16 dic 2014

Cinco estereotipos por los que Revenge es un culebrón ochentero

Una casa enorme, dinero a raudales, traiciones... ¿Seguro que estamos viendo Revenge y no reposiciones de Dinastía?

Revenge es uno de los productos más interesantes de las grandes cadenas americanas. Decir esto seguro que hace que muchos se tiren de los pelos porque no es Breaking Bad ni nada más parecido, ¿a que sí? Pero pensémoslo bien: tiene de todo para mantener el interés de la audiencia, momentos para ponerse a hablar del último capítulo durante horas, surrealismo para dar y tomar y todos los estereotipos de los culebrones de los 80 que siguen funcionando a la perfección aún hoy en día. ¿Es o no es algo a celebrar? He aquí cinco razones por las que Revenge bebe directamente de esa gran década de la televisión más ostentosa.

El muerto viviente: Ni el hijo de Victoria ni nada. El gran momento ochentero de Revenge ha sido el descubrimiento de que David Clarke (James Tupper) no estaba muerto. Y si encima vuelve haciendo justicia heroica (matando a Conrad), todavía mejor. La mala malísima: Madeleine Stowe reúne todos los requisitos para su papel como la matriarca malvada: proviene del cine, un requisito casi fundamental para encarnar el estereotipo, y su incontrolada cirugía estética le  da esa inexpresividad que le viene al pelo. La loca de atar: Llevaba mucho tiempo pidiéndolo a gritos. En medio de toda esta gente faltaba una loca con visiones, con paranoias absurdas, que juegue con la gente y cree mucho conflicto. Vamos, lo que viene siendo normal en ella pero con diagnóstico bajo el brazo. Que no pare el cash: Una dinastía familiar, con todos sus enredos y sus traiciones, no tiene sentido si no está rodeada de todo el lujo posible. Pero las generaciones de riqueza infinita no aseguran nada: siempre está la amenaza de perderlo todo, hasta sus amistades. El problemático: Normalmente es uno de los hijos del gran magnate. En este caso le ha tocado a Charlotte, que ya lleva desde la primera temporada yendo y viniendo del mundo de pastillas, alcohol y líos de una noche. Su identidad sexual también puede ser el problemón